domingo, 29 de noviembre de 2009



Silencio
Entre libros y calumnias,
entre la noche...
mi vida prolonga su ardor
con el intento de alcanzar la sombra,
la voz,
vivir al borde del delirio,
volar junto al sueño,
la luz,
el llanto blanco...
Pero el despotismo de los días hace de mis plumas lava.
Quiero fundirme, dormirme con los ojos abiertos
en la desesperación dilocuente,
en la comedia que estudia la tragedia,
en el aliento que concede, tan solo a los que tiemblan,
la fórmula de la razón y del silencio.
¡Ah! ¡Qué ruina ser la emperatriz del cerebro!
¡Qué alusión!
¡Qué desengaño!
Y me pregunto una y otra vez,
sin poder explicar tan siquiera lo que fuí,
¿cómo era mi vida?.
Aquella vida en la que los ojos se anteponen a la sabiduría,
aquella vida en la que una lágrima es vergüenza...
No, no logro comprender el odio
que vislumbra la evidencia de que aquello,
es la más clara incitación al arroyo sugestivo,
burgués, capitalista y como no, traicionero.
¡Demonio eterno,
incontable final,
perfil raso que desciende sobre el infierno
hasta cegar con su sangre
el eco sensible de la tinta!.
La gente duda ante ello,
pero cuando huyen al último vagón del desespero,
hayan allí al más acribillado silencio,
son acorralados por el miedo a ellos mismos,
son sus propios enemigos.
Y muere entonces la salvia de sus ojos,
muere el llanto cristalino.
Muero. Recuerdo. Deseo.
Si, mis lamentos pasados
ensordecen sus huecos para liberar a un nuevo fuego,
a un nuevo espejo que renazca a la nada,
que devuelva a la carne el perdón.
Y será allí,
al reconocer el relámpago mi incienso,
cuando las orillas ,ya descalzas,
conmuevan las voces de la soledad.
La arena limpiará, entonces, el olor a posición,
no habrá encrucijadas,
normas, ni laberintos.
El excelso abismo será el cáliz,
la blanca noche será el pan.
El silencio será el Dios. ¡Mi Dios!.

1996

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